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domingo, 10 de enero de 2016

Ineludiblemente el tiempo pasa

Ineludiblemente el tiempo pasa.
Pero la mineral ternura palpita
desde las hondas raíces
vivificando con la savia, la hondura del amor
que se extiende por sus ramas, como abrazos,
y brota en retoños recién amanecidos,
haciendo estallar de belleza y color
las flores que iluminan nuestra casa.

Según se va alejando

Según se va alejando, 
más dentro de mí se queda,
arbolando su ausencia.

Cuando creyó haber saciado

Cuando creyó haber saciado
su deseo, 
surgió de nuevo la llama.
Nada la extingue.
Nada lo calma.

Para vivir no quiero

Para vivir no quiero
caminar por el filo del olvido,
sufrir el gélido viento de la indiferencia
ante el gemido de la sangre,
o la ausencia de ternura
en el fulgor extinto de mis pupilas.
Pues para vivir lo que deseo
es avanzar por la senda de la emoción,
agradecer el don inmerecido de la sorpresa
con la mirada detenida en el crepúsculo,
agradecer la presencia que me ofrece abrigo,
continuar sembrando estrellas en la oscuridad,
mantener ardiente el anhelo del manantial
donde todo se remansa, todo se sacia.

Percibí el rumor de sus pasos

Percibí el rumor de sus pasos
alejándose en la bruma.
Mas su estela permaneció 
unos instantes
demorándose sobre mi piel,
aún ardientes las brasas.

Me adentré tanto

Me adentré tanto
que acabé siendo
su propio pálpito y aliento. 
Su mirada emocionada,
transfigurada.

A veces no nos queda

A veces no nos queda
sino la palabra conmovida,
llena de sentimientos que brotan
desde el propio hontanar
y las entrañas heridas.

Cuando estoy cansado

Cuando estoy cansado, abatido,
me dejo acompañar
por la sombra acogedora del sauce,
junto a la orilla del río
que conduce tantos sueños,
tantas vidas.