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martes, 11 de junio de 2013

El esplendor de la confianza

Si no ves ningún fulgor en tu horizonte,
evoca las pacientes luces que anidan 
luminiscentes en tu corazón.

Si la aflicción te lastima hasta el dolor,
déjate sanar por la ternura
que está aguardándote en el umbral.

Si el agua turbia del arroyo se asemeja
a un mar tormentoso y embravecido
crúzalo a pie, despaciosa, resuelta.

Si la tribulación anega tu mirada
con amargas lágrimas, desfallecidas,
llégate a quien te espera para el ardor y su abrazo.

Si rescatas del olvido el entusiasmo que está aguardándote,
la confusión y las brumas te abandonarán
para que el día te arrope con el esplendor de la confianza.

Asteroideas devueltas al mar

La esplendidez del destello,
el ardor inflamado por el sol,
irradiando una sonrisa
desde la noche del corazón.

Jamás he aspirado a la candidez,
sino a la efusiva ingenuidad
del niño que me sigue reclamando
desde su más íntimo mirador.

Nunca más el etéreo cielo,
sino el reflejo permanente
del universo sobre mi existencia.

Intento devolver al mar las asteroideas
que agonizan sobre la arena de la playa,
para que puedan reanudar su travesía,
irradiando de nuevo su belleza
a través del agua y sus resplandores.

Hidrógeno original

Pero cuando el cosmos vuelva al hidrógeno original
-porque hidrógeno somos y en hidrógeno nos hemos de convertir-
no resucitaréis solos, como fuisteis enterrados,
sino que en vuestra carne resucitará toda la tierra.

(Ernesto Cardenal)

No te dejes abatir

No te dejes abatir por el eventual infortunio
ya que tu corazón no te entra en el pecho,
tu sonrisa es como un albo plenilunio
y la invitación a la vida te ronda al acecho.

Abandona en el umbral la mustia desazón
para abrirte paso al claror del nuevo día:
un tropiezo no debe oscurecer tu razón,
pues tienes mil motivos para el ardor y la alegría.

En tu interior anida el futuro que se vislumbra,
un mañana de retos, promesas y felicidad:
lo presiento en tus palabras, que nos deslumbran.

Atrás quedarán las lágrimas, los breves pesares
que forjan tu espíritu, tu carácter, tu vitalidad;
que solo refleje tu mirada el azul y verde de tus mares.

Esta noche sin caricias

Esta noche, sin caricias, sin presencia, 
deja un espacio empapado de ausencias
en el hueco de mi almohada,
en mis manos ardientes como hielo.

Un sorbo de belleza

El silencio y la luz se besan.
De esta noche constelada germina 
la palabra aún palpitante, como un fulgor 
que revela el misterio de la alegría.

Renace así la claridad del asombro,
el hambre insaciable
por sentir en mi entraña
el eco más humano y su latido.

Y la persistente insatisfacción,
al no poder saborear sino
un escaso y leve sorbo de la agridulce
embocadura de la belleza.

La conmoción del viento

Gemas palpitando por estallar
en esta incierta y brumosa primavera,
para mostrar su esplendor en ciernes,
el fruto que albergan en su interior.

Desolador es el latido del alba
ante el caos que entraña
orientar la mirada y desenmascarando
la feroz, implacable realidad.

Declaraciones de hielo incendian las ondas
injuriando a los espíritus abatidos, contusos,
deshabitados ya por el desengaño,
sin vigor para enfrentar la galerna.

No hay margen para el fulgor,
ni siquiera para el ardiente latido,
o para la palabra arrebatada, su nítida aureola,
para la embriagadora pasión y su abismo.

En el hondón de mi alma en agonía,
prefiero alzar mi copa y brindar
por las nubes viajeras que se dejan
sorprender por la conmoción del viento.

Nunca es tarde

Solo un breve instante es preciso para que una centella
prenda en el corazón una llama viva, candente,
y los ojos vislumbren el fulgor de una estrella
que pueda guiarnos a través del anochecer y su relente.

No se revela como por encanto la magia de la ternura,
ni hay hechizos para que el céfiro nos conceda sosiego.
En la diaria contienda por descifrar la insondable hondura,
se alza el viento de la libertad, la fragancia del espliego.

La umbría del desconsuelo se desvanece en cada latido
y la soledad se transforma en cuidado y cercanía
cuando el abrazo ofrece a cada vida, confianza y sentido.

Si nos empeñamos en recibir con renovado ardor
el beso con el que cada amanecer nos invita al asombro y la alegría,
nunca será tarde para descifrar el diáfano misterio del amor.

Solo en el silencio

Solo en el silencio nos enfrentamos
a nuestra soledad, a tantos miedos.
Hay plenitud, un oculto eco de fondo
en nuestro universo interior.

Margen al resplandor (extracto)

Margen al resplandor: eso es poema.
Tiéndete en la postura de los sueños
con la garganta hacia las estrellas.
Acuérdate del ciervo y del latido.
Existe lo sagrado. Otros lo nombran.
Contribuir al caos con más luz.

(Juan Antonio González Iglesias)

Corredores de silencio

Corredores de silencio.
Noche, añoranza, vislumbres.
El dolor de un corazón en expansión.
Inicio de una senda hacia quien voy siendo.

La canción de las colinas

¿Es posible que el radar
detecte las ondas sonoras de los astros
y que no se oiga 
el gemido de los vivos?
Juntos roturaremos los campos,
sendas y entornos de las chabolas,
juntos edificaremos un culto
allá donde el agua baña
la matriz de las colinas
para florecer en ondas puras
una oración común.

Babacar Sall (Senegal, 1954)

Poesía

Si no advirtiera rumores de alas 
de ángeles batiéndose
contra la infamia y el desconsuelo,
qué significado tendría
el prodigio de cada amanecida.

Si no leyera el resplandor de los signos
y las figuras que componen
las manos de la imaginación
y el ensueño, a qué dirección dirigiría
mi mirada sosegada, vulnerable.

Si no recorriera las amplias veredas
de la memoria, que teje
con hilos imperceptibles
mis anhelos y añoranzas,
se apagaría el manantial de mi voz.

Si enmudecieran mis palabras
acallaría el eco, la estela, la llama
que enardece el hontanar de mi corazón,
y todo volvería a ser puro mineral,
bajo un océano prístino, sin hálito.

Dejo una puerta abierta

Dejo una puerta abierta
a la tenue lluvia de la sorpresa,
a las olas del recuerdo y del porvenir,
a la ceniza ardiente bajo las brasas.

Un día seré nieve

Un día seré nieve. Pero el sol del estío 
llegará al fin y fundirá mi fría espera.
Entonces los cristales de mi esencia se filtrarán
hacia las ardientes entrañas de la tierra.

El tiempo nos va escribiendo en la piel

El tiempo nos va escribiendo en la piel
cicatrices, pequeñas heridas, manchas
visibles de la edad y la ternura, sutiles
huellas de amor y muertes cotidianas,
marcas de guerra, surcos trazados con
besos y caricias. Geografía emocional,
mapa del tesoro que late en lo profundo.
El tiempo escribe cartas desde el pasado
y el cuerpo las va guardando una a una.
Porque tiene memoria, la piel. Y guarda
el recuerdo de todo aquello que pasó y
traspasó cada poro, cada fibra, sereno
cauce, largo y hermoso poema de amor
encarnado. El tiempo nos va escribiendo
en cada iris, en cada mano, en la huella
que sobre la tierra deja cada insecto.
Escribe el tiempo y va dejando misivas
por si acaso un día aprendemos a leer
por si un día al fin aprendemos a leernos.


(Teresa Sánchez Carmona)