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jueves, 22 de agosto de 2013

He renunciado a embarcarme hacia alta mar

He renunciado a embarcarme hacia alta mar. 
Prefiero la tierra firme y las trémulas olas 
del inesperado destello de la alegría,
o la sosegada armonía de la belleza.

En las entrañas del suicidio

En las entrañas del suicidio y de tanta desventura,
van creciendo miles de audaces enredaderas,
incrustándose, resquebrajando la piedra,
deshaciendo los cimientos, reinventando la primavera.

Oculto tras el eclipse del silencio

Oculto tras el eclipse del silencio,
inmerso en el reino de la incertidumbre,
angustiado bajo el torrente de la sangre,
ansío y suspiro por cada nuevo amanecer.

Me concibieron en las sombras

Me concibieron en las sombras.
Provengo de un tibio abrazo.
Hoy no siento temor a la oscuridad.
La cálida caricia es mi anhelo cotidiano.

La vida es eterna

La vida es eterna
en el instante preciso
que el fulgor o el desconsuelo
te conmueve o arrasa. 

La luna, para elevar la mirada

La luna, para elevar la mirada
sobre la copa de los pinos,
el camino, para desandar la prisa,
las sombras, para ocultar las lágrimas.

Un día luminoso

Un día luminoso descubrí
la senda del corazón
hacia la tierra viva, acogedora,
y su noche, su silencio sobrecogedor.

Quédate

Quédate… por si las sombras se alargan.

Para que las lágrimas no se derramen sobre tu ausencia,
para que no se apaguen las brasas del deseo,
para desentrañar juntos lenguajes ignotos,
para dejarme cautivar por tu hechizo,

para poblar de imágenes mis sueños,
para que mi corazón se acompase al tuyo,
para exponernos a la brisa de la intemperie,
para desterrar las palabras vacías,

para diluir la tristeza entre las nubes del olvido,
para afrontar la luna de mis noches y la penumbra de mis días,
para renacer a la ternura desde las entrañas del tiempo,
para desterrar la umbría del miedo,

para tenderme sobre la playa de tu cuerpo,
para reflejarme tal como soy en el espejo de tu pupila,
para fundir los hielos del desamor,
para palpar juntos la fragilidad de la vida,

para descifrar el don de la emoción,
para conducir mis labios hasta el sabor del beso,
para gozar de tu presencia inasible,
para emprender las sendas del asombro,

para que me guíes por el camino de regreso,
para no retener la claridad de tu mirada,
para que mi soledad sea compartida,
para que me escuches con atención conmovida,

para dar luz a mis callejones oscuros,
para que nuestro instante sea eterno,
para que mi esperanza no se transforme
en polvo y ceniza.

Donde el corazón me arrebate

La esencia de la realidad
converge en la curvatura
de la inefable belleza.

Mi verdadera morada,
mi camino,
mi nebulosa certeza,
mi último destino.

Cualquier lugar
donde el corazón
me arrebate.

Aprendiz de la vida

Tenaz aprendiz de las fases de la vida, 
diáfano como un destello de luz
o la ingenua delicadeza de una sonrisa.

El firmamento y su gélido ardor
como una invitación a la sencillez:
una gota de rocío lamiendo un brote de hierba
recién amanecido.

Un albor tan espléndido, tan frágil,
solo es viable y grávido
desde la trémula confianza
en unas manos amantes
y su fugaz instante eterno.

martes, 11 de junio de 2013

El esplendor de la confianza

Si no ves ningún fulgor en tu horizonte,
evoca las pacientes luces que anidan 
luminiscentes en tu corazón.

Si la aflicción te lastima hasta el dolor,
déjate sanar por la ternura
que está aguardándote en el umbral.

Si el agua turbia del arroyo se asemeja
a un mar tormentoso y embravecido
crúzalo a pie, despaciosa, resuelta.

Si la tribulación anega tu mirada
con amargas lágrimas, desfallecidas,
llégate a quien te espera para el ardor y su abrazo.

Si rescatas del olvido el entusiasmo que está aguardándote,
la confusión y las brumas te abandonarán
para que el día te arrope con el esplendor de la confianza.

Asteroideas devueltas al mar

La esplendidez del destello,
el ardor inflamado por el sol,
irradiando una sonrisa
desde la noche del corazón.

Jamás he aspirado a la candidez,
sino a la efusiva ingenuidad
del niño que me sigue reclamando
desde su más íntimo mirador.

Nunca más el etéreo cielo,
sino el reflejo permanente
del universo sobre mi existencia.

Intento devolver al mar las asteroideas
que agonizan sobre la arena de la playa,
para que puedan reanudar su travesía,
irradiando de nuevo su belleza
a través del agua y sus resplandores.

Hidrógeno original

Pero cuando el cosmos vuelva al hidrógeno original
-porque hidrógeno somos y en hidrógeno nos hemos de convertir-
no resucitaréis solos, como fuisteis enterrados,
sino que en vuestra carne resucitará toda la tierra.

(Ernesto Cardenal)

No te dejes abatir

No te dejes abatir por el eventual infortunio
ya que tu corazón no te entra en el pecho,
tu sonrisa es como un albo plenilunio
y la invitación a la vida te ronda al acecho.

Abandona en el umbral la mustia desazón
para abrirte paso al claror del nuevo día:
un tropiezo no debe oscurecer tu razón,
pues tienes mil motivos para el ardor y la alegría.

En tu interior anida el futuro que se vislumbra,
un mañana de retos, promesas y felicidad:
lo presiento en tus palabras, que nos deslumbran.

Atrás quedarán las lágrimas, los breves pesares
que forjan tu espíritu, tu carácter, tu vitalidad;
que solo refleje tu mirada el azul y verde de tus mares.

Esta noche sin caricias

Esta noche, sin caricias, sin presencia, 
deja un espacio empapado de ausencias
en el hueco de mi almohada,
en mis manos ardientes como hielo.

Un sorbo de belleza

El silencio y la luz se besan.
De esta noche constelada germina 
la palabra aún palpitante, como un fulgor 
que revela el misterio de la alegría.

Renace así la claridad del asombro,
el hambre insaciable
por sentir en mi entraña
el eco más humano y su latido.

Y la persistente insatisfacción,
al no poder saborear sino
un escaso y leve sorbo de la agridulce
embocadura de la belleza.

La conmoción del viento

Gemas palpitando por estallar
en esta incierta y brumosa primavera,
para mostrar su esplendor en ciernes,
el fruto que albergan en su interior.

Desolador es el latido del alba
ante el caos que entraña
orientar la mirada y desenmascarando
la feroz, implacable realidad.

Declaraciones de hielo incendian las ondas
injuriando a los espíritus abatidos, contusos,
deshabitados ya por el desengaño,
sin vigor para enfrentar la galerna.

No hay margen para el fulgor,
ni siquiera para el ardiente latido,
o para la palabra arrebatada, su nítida aureola,
para la embriagadora pasión y su abismo.

En el hondón de mi alma en agonía,
prefiero alzar mi copa y brindar
por las nubes viajeras que se dejan
sorprender por la conmoción del viento.

Nunca es tarde

Solo un breve instante es preciso para que una centella
prenda en el corazón una llama viva, candente,
y los ojos vislumbren el fulgor de una estrella
que pueda guiarnos a través del anochecer y su relente.

No se revela como por encanto la magia de la ternura,
ni hay hechizos para que el céfiro nos conceda sosiego.
En la diaria contienda por descifrar la insondable hondura,
se alza el viento de la libertad, la fragancia del espliego.

La umbría del desconsuelo se desvanece en cada latido
y la soledad se transforma en cuidado y cercanía
cuando el abrazo ofrece a cada vida, confianza y sentido.

Si nos empeñamos en recibir con renovado ardor
el beso con el que cada amanecer nos invita al asombro y la alegría,
nunca será tarde para descifrar el diáfano misterio del amor.

Solo en el silencio

Solo en el silencio nos enfrentamos
a nuestra soledad, a tantos miedos.
Hay plenitud, un oculto eco de fondo
en nuestro universo interior.

Margen al resplandor (extracto)

Margen al resplandor: eso es poema.
Tiéndete en la postura de los sueños
con la garganta hacia las estrellas.
Acuérdate del ciervo y del latido.
Existe lo sagrado. Otros lo nombran.
Contribuir al caos con más luz.

(Juan Antonio González Iglesias)

Corredores de silencio

Corredores de silencio.
Noche, añoranza, vislumbres.
El dolor de un corazón en expansión.
Inicio de una senda hacia quien voy siendo.

La canción de las colinas

¿Es posible que el radar
detecte las ondas sonoras de los astros
y que no se oiga 
el gemido de los vivos?
Juntos roturaremos los campos,
sendas y entornos de las chabolas,
juntos edificaremos un culto
allá donde el agua baña
la matriz de las colinas
para florecer en ondas puras
una oración común.

Babacar Sall (Senegal, 1954)

Poesía

Si no advirtiera rumores de alas 
de ángeles batiéndose
contra la infamia y el desconsuelo,
qué significado tendría
el prodigio de cada amanecida.

Si no leyera el resplandor de los signos
y las figuras que componen
las manos de la imaginación
y el ensueño, a qué dirección dirigiría
mi mirada sosegada, vulnerable.

Si no recorriera las amplias veredas
de la memoria, que teje
con hilos imperceptibles
mis anhelos y añoranzas,
se apagaría el manantial de mi voz.

Si enmudecieran mis palabras
acallaría el eco, la estela, la llama
que enardece el hontanar de mi corazón,
y todo volvería a ser puro mineral,
bajo un océano prístino, sin hálito.

Dejo una puerta abierta

Dejo una puerta abierta
a la tenue lluvia de la sorpresa,
a las olas del recuerdo y del porvenir,
a la ceniza ardiente bajo las brasas.

Un día seré nieve

Un día seré nieve. Pero el sol del estío 
llegará al fin y fundirá mi fría espera.
Entonces los cristales de mi esencia se filtrarán
hacia las ardientes entrañas de la tierra.

El tiempo nos va escribiendo en la piel

El tiempo nos va escribiendo en la piel
cicatrices, pequeñas heridas, manchas
visibles de la edad y la ternura, sutiles
huellas de amor y muertes cotidianas,
marcas de guerra, surcos trazados con
besos y caricias. Geografía emocional,
mapa del tesoro que late en lo profundo.
El tiempo escribe cartas desde el pasado
y el cuerpo las va guardando una a una.
Porque tiene memoria, la piel. Y guarda
el recuerdo de todo aquello que pasó y
traspasó cada poro, cada fibra, sereno
cauce, largo y hermoso poema de amor
encarnado. El tiempo nos va escribiendo
en cada iris, en cada mano, en la huella
que sobre la tierra deja cada insecto.
Escribe el tiempo y va dejando misivas
por si acaso un día aprendemos a leer
por si un día al fin aprendemos a leernos.


(Teresa Sánchez Carmona)

miércoles, 20 de marzo de 2013

Recuerda siempre estas palabras


Pero tú siempre acuérdate,
de lo que un día yo escribí

pensando en ti.

(José Agustín Goytisolo)

RECUERDA SIEMPRE ESTAS PALABRAS

Cuando hayas emprendido tu propia carrera
no vuelvas tu rostro hacia el pasado, porque 
más allá del horizonte te esperan inéditos paisajes.

Aunque la cuchilla del frío rasgue tu piel
y las lágrimas se deslicen hacia el viento,
sigue adelante: una cálida brisa está aguardándote.

En tu corazón hay un hueco donde
se depositan la amargura y el desamor,
que poco a poco se desvanecerán como la niebla.

Y no sucumbas al desaliento, porque
hay mil razones para ocupar la morada
inexpugnable de la esperanza.

Resguárdate en el cálido afecto de tus amigos;
ellos sabrán ser silencio sonoro, cercanía, 
presencia ardiente, palabra oportuna.

Recoge las redes de tu paz interior,
que sabrá acallar lo absurdo del dolor
hasta llegar a remontar de nuevo altos vuelos.

Y levemente, sin percibirlo apenas,
la sabiduría se irá haciendo un hueco 
sobre el perfil de la alegría en tu corazón.

Deja pasar la umbría implacable del odio
para que no te ciegue la visión, sino
que se convierta en estímulo, indignación y ternura.

Pues ya sabes bien que, individualmente,
nos mostramos vulnerables, pero unidos 
por un fraternal abrazo, somos invencibles. 

Tu suerte está echada en donde se quebrante
la dignidad más pisoteada; entonces tu palabra
se transformará en consuelo y tus manos forjarán deseos. 

Hoy te dirijo estos versos pero, en ellos, 
van impresos miles de rostros, irreconocibles,
desconocidos y, a la vez, tan íntimos como la sangre. 

Nadie está solo cuando se abre al fascinante
camino de la vida, por el que llegarás a descubrir
el asombro y la maravilla del desvelo y la caricia.

Recuerda siempre estas palabras,
que no están escritas para permanecer
sobre la albura del papel, sino en la profunda 
confluencia de nuestras miradas.

Me devora el hambre de tus manos

Me devora el hambre de tus manos,
no la noche fijada para saciar la ausencia,
sino la pasión que acecha en lo cotidiano.

Nada hay tan hermoso como la violencia
de tus labios libando el néctar del anhelo,
o mis caricias abriendo sendas en tu seno.

Me impregno de la belleza que pasa
cada día, como una cálida brisa, a mi lado,
para derramarla a raudales en tu cuerpo.

Estrellas, flores, miradas que me envuelven,
las invito a llover sobre tu vientre alado,
para que abrasen con su delirio este día yermo.

Nadie podrá sin ellas

No hay sombras que puedan sepultar
tal destello de luz en las entrañas y la memoria.

Sus miradas nos traspasan luminosas
desde las suaves o implacables olas de la mar,
y se alzan altivas sobre elevadas serranías.

Las hoces de los ríos perfilan amplias caderas
que horadan la dura piedra del lagar,
donde se escancia el vino nuevo de las rosas.

Se abrazan a los árboles frondosos
que ofrecen maduros, apetecibles frutos.

Las oquedades de la tierra son un cálido amparo
para quienes andan perdidos, sin rumbo fijo,
porque hasta allí conduce el eco de sus palabras.

Nadie podrá sin ellas vulnerar la noche macabra,
hasta contemplar el amanecer grávido de regocijo,
desde sus solícitas pupilas, su inmarcesible faro.

martes, 5 de marzo de 2013

Palabras

Han llegado de altos vuelos,
nocturnas, silenciosas,
impregnadas de tierra y de cielo,
sutiles, melodiosas.

Eran palabras de sentimiento,
eran palabras sin dueño,
eran palabras sin tiempo,
eran palabras de sueños.

Eran palabras y simiente,
eran palabras de sangre,
eran palabras ardientes,
eran palabras de hambre.

Eran palabras de miedo,
eran palabras de anhelos,
eran palabras de aliento,
eran palabras sin velos.

Eran palabras de amistad,
eran palabras de futuro,
eran palabras de ansiedad,
eran palabras sin muros.

Eran palabras, sólo palabras,
no sólo mías.
Aún siento su pálpito,
su cadencia, su armonía.

Pero antes de que se asienten,
sin culpa ni desazón,
en la memoria fría,
siento por dentro cómo me viven,
cómo se renuevan en el corazón.

Palabras vivas, compartidas.
Tuyas y mías.

Un sorprendente don cotidiano

He andado muchos caminos
he abierto muchas veredas…

(Antonio Machado)


Mi corazón ha transitado sin sosiego
por las sombras del abatimiento,
por los suburbios del desespero,
atravesando ríos de sangre y cieno.

Bajo las lágrimas colgantes de los sauces,
brotan sofocantes clamores silenciosos que,
como búhos nocturnos, suplicantes,
me dirigían una mirada anegada de agua y sal.

Permanecía ausente, indiferente,
anclado en un ayer sin horizonte,
observando inasequibles cumbres,
espacios ficticios, impasibles, radiantes.

Pero la tierra fecunda y doliente,
el hedor inmoral de las cloacas,
el pan mohoso en bocas sonrientes,
me condujeron hacia la esencia de la luz.

He andado a ciegas tanto tiempo,
que cada instante es ahora un fulgor
y sus destellos me han hecho recuperar
un corazón multiplicado.

Aunque entre la alegría y el dolor
exista un límite incierto,
un solo reflejo en el espejo del agua
presagia un sorprendente don cotidiano.

Soy deudor de mil afectos, y sé que
en mis manos palpita el misterio;
pues me acompañan las huellas indelebles
que han impreso en mí su herida luminosa.

Habito al fin confiado en este frágil universo,
sin pretensiones ni desvelos,
junto a la certeza ineludible de la espina
y la fragante esencia de la rosa.

No cierres las puertas de tu corazón

No cierres las puertas de tu corazón
a la claridad del nuevo día,
a la sorpresa de la melodía de una canción,
al delicado pétalo de la alegría.

No cierres las puertas de tu corazón
al recuerdo de la arena sobre tu cuerpo
al desierto, un pueblo, tu emoción,
a las manos que sanarán tanto desconcierto.

No cierres las puertas de tu corazón
a la amistad que no es flor de un día,
a la ternura que limpia la herida como una bendición,
al verde clamor de la esperanza y su utopía.

No cierres las puertas de tu corazón
al incierto camino y su admiración sorprendida,
a los pasos que lo recorren sin desazón,
al pan caliente del cariño sobre la mesa compartida.

No cierres las puertas de tu corazón
a la pregunta, a la duda, a la búsqueda incesante,
pues a la verdad no se la puede encerrar en ninguna prisión,
porque conquistar un espíritu libre es el horizonte más apasionante.

No cierres las puertas de tu corazón
a los muros que dividen, incomunican y abrasan,
a los cuerpos doloridos por la sinrazón,
a las lágrimas que tanto enseñan y amasan.

No cierres las puertas de tu corazón,
deja siempre abierto un resquicio, una hendidura,
para que penetre un rayo de luz, la enardecedora pasión,
una brecha por la que se deslice el amor y su finura.

No cierres las puertas de tu corazón,
no dejes que nada ni nadie las dé por concluidas,
lleva siempre a mano las llaves de la ilusión,
porque sólo así te manará desde dentro el manantial de la vida.

¿Qué fuiste a buscar?

¿Qué fuiste a buscar
entre las arenas del mar,
dime,
qué fuiste a buscar?

Quizá el sol más ardiente,
quizá enfrentarte a la soledad,
quizá las estrellas
estampadas en la noche,
quizá lo desconocido,
quizá la amistad.

¿Qué fuiste a buscar
entre las arenas del mar,
dime,
qué fuiste a buscar?

Quizá experiencias
y sentido,
quizá la bondad y la miseria
en su estado natural,
quizá un pueblo expulsado
de su tierra,
quizá inundar tu espíritu
de humanidad.

¿Qué fuiste a buscar
entre las arenas del mar,
dime,
qué fuiste a buscar?

Quizá la música callada,
quizá la aventura, el azar,
quizá la ternura, el grito
de los empobrecidos,
quizá la necesidad de llorar,
quizá la sed, la suciedad,
quizá un motivo para buscar
el pozo hondo, escondido,
la jaima abierta, circular,
donde se pueda, al fin, amar.

¿Qué fuiste a buscar
entre las arenas del mar,
dime,
qué fuiste a buscar?

Breve encuentro

Nada procede de la nada.

Las gemas brotan después que la savia
haya fecundado la invernal rama.

La incandescente estrella surgió
de extensas nubes moleculares.

Una mirada es la réplica apremiante
a la intangible señal de otra mirada.

El beso responde delicado o ardiente
al apremio de la ternura o el deseo.

La ola desplaza el ferviente anhelo
del mar por reposar sobre la playa.

Tu sutil, cotidiana presencia en mi vida,
es fruto de una ofrenda compartida.

Cuando mis días regresen al manantial,
se revelará el fulgor de nuestro
inicial, breve e indeleble encuentro.

Alegría

Me deslumbran las sonrisas
que llenan cada cara de la luna
brillando
de alegría.

Cada amanecer es nuevo,
como inicial es siempre
la alegría.

Me acompaña la brisa,
aún sin despojar del dolor
ni de la gris sombra que oculta
la alegría.

La alegría me inunda de paz,
me acompaña, serena,
la alegría.

Es la savia y la rosa,
la caricia y la miel,
la profunda experiencia interior,
la alegría.

Me miro en tus ojos
y camino hacia el horizonte,
línea tenue
de alegría.

Entrelazo en tus dedos
mi futuro salpicado
por leves gotas,
algunos gramos que colman
mi hambre infinita
de alegría.

jueves, 24 de enero de 2013

Besos como labios

Besos como labios.
El recuerdo cortante como una espada,
desgajándome por dentro.

Una palabra y todo
volvió a su inicio,
suspiro, anhelos, silencio.

Solo como un animal herido,
cierro los ojos, acaricio sombras,
se alza el deseo:
tú entre mis brazos,
yo en tu centro.

Tu boca hambrienta,
tus dedos violentos,
las estrellas en mi cielo,
la lava desbordándose,
abrazando los abrazos idos,
y el vacío,
como un agujero negro,
me engulle dentro.

Fuego ardiente,
lumbre,
llama.

Viento que todo lo apaga.
ascuas bajo las cenizas,
paciente espera,
quizá
mañana.

¿Qué queda?

Y no es el recuerdo de ellos lo que queda, 
sino ellos mismos. 
(César Vallejo)


¿Qué queda?

A través de esta densa niebla,
mis ojos traspasan la descarnada realidad
hasta llegar a palpar lo primordial,
la esencia que nos identifica
en el mar envolvente de la vida.

Por las sendas del desamparo
he contemplado suspendidos
en las ramas resecas de la impotencia,
jirones, harapos, lamentos
en el eco callado del silencio.

Y como alivio ante tanto desconsuelo
solo me quedan las manos abiertas,
el grito desolado,
la tibia mansedumbre,
la frágil esperanza arropada de abrazos.

Me pregunto para qué sirven
las palabras lanzadas al océano,
confiando que lleguen a algún destinatario,
si servirán de bálsamo y consuelo,
si lograrán que alguien eleve su mirada.

Detrás de quienes han sido arrebatados
por las sombras o el fulgor,
de su recuerdo vital, tangible,
detrás incluso de mí, ¿qué queda?
Ellos mismos en mí y yo en ellos.

Le doy gracias a la vida

Por depositar en mí
la semilla de la confianza,
dejándome conducir por la voz presentida,
le doy gracias a la vida.

Por el sentido del humor,
por las manos tendidas,
por la caricia sentida y su ardor,
le doy gracias a la vida.

Por la luz y su mañana,
por el corazón cordial, compartido,
por la sonrisa acogedora, cercana,
le doy gracias a la vida.

Por la mar en calma,
por sus olas embravecidas,
por la espuma depositada en mi alma,
le doy gracias a la vida.

Por el manantial de la amistad,
por su fuente clara, vertida,
por su frescura y su sinceridad,
le doy gracias a la vida.

Por la palabra libre, inspiradora,
por la pasión que me provoca y me cuida,
por alumbrar en mí su acción creadora,
le doy gracias a la vida.

Por la fértil tierra y sus frutos,
dolorido por sus lágrimas afligidas;
por el instante en que me dará cobijo,
le doy gracias a la vida.

Nuestra canción pausada

Estrellas en un firmamento oscuro.
Galaxias, constelaciones,
noche infinita.

Contemplación callada.
Nos separa un alto muro,
pero el corazón
vislumbra, acude a la cita.

Mientras, a lo lejos,
resuena nuestra canción,
pausada.

Un eco

Un eco que reconozco
me invita
a ocultarnos bajo
las sábanas del alma.

Una brisa te oculta.
Pasas.

Luna llena

Puro reflejo de la luz.
Sin falsas apariencias,
sin nostalgias, sin complejos.


Para elevar las mareas,
para suscitar sueños,
anhelos, besos.

En la noche apacible,
el silencio armonioso.
La soledad plena de nombres.

Luna llena.

Necesito tu mano

Necesito tu mano,
para descifrar lenguajes ignotos,
para dejarme cautivar por tu hechizo,
para poblar de imágenes mis sueños,
para que mi paso se acompase al tuyo.

Necesito tu mano,
para avanzar por los itinerarios del viento,
para que me guíe durante el camino de regreso,
para no retener la claridad de tu mirada,
para que cada instante sea eterno.

Necesito tu mano,
para que mi soledad sea compartida,
para que me escuches con atención conmovida,
para dar luz a mis callejones oscuros,
para que mis horas no se pueblen de polvo y ceniza.

Necesito tu mano,
para que seas la luna de mis noches y la sombra de mis días,
para renacer a la ternura desde el eco del tiempo,
para sentir juntos la fragilidad de la vida,
para conducir mis labios hacia el fervor del beso.

Necesito tu mano,
para deshojar con sosiego la flor de la existencia,
para recorrer unidos las sendas del asombro,
para sembrar mis jornadas de trémulas estrellas,
para soñar con tus caricias, mientras te espero.

Un día fui silencio

Un día fui silencio.
Formé parte de las primeras
moléculas de helio e hidrógeno.
Y me acunó el movimiento
de la expansión del universo.

Un día fui polvo sideral.
Me protegieron las estrellas
en sus vientres de magma y fuego.
Muchas de ellas explotaron
y me invitaron a viajar por el firmamento.

Un día sentí el calor, la leve luz del sol.
Fui escama, vientre, cerebro, sangre.
Y me adormecí en el ala del colibrí.
Soñé con los ojos cerrados
desde las profundidades abisales del océano.

Un día fui ternura.
Y me uní en un abrazo que acabó
de nuevo en explosión y dulce dolor.
Nací de un manantial, y desde altas cumbres
me fui deslizando por el río de la vida.

Un día sin días, ni tiempo, ni espacio,
fui la nada, estrechado ardorosamente por la nada,
deseando dejar de ser solo la nada.
Y fui. Todo fue. Y vi que todo estaba
espléndidamente encadenado.

Entonces nació de la nada un gesto.
Y fui sonrisa. Y palabra.

Todavía

Todavía quedan hendiduras
abiertas en el duro arrecife
de la existencia,
para que la horade el destello
de un diminuto halo de luz radiante,
su misiva y su horizonte.

Todavía crepitan las ascuas
que se mantienen ardientes
desde aquel eco inicial
en el hontanar de tu corazón,
en la inmensa profundidad
de tu diáfana mirada.

Todavía te acarician los labios
las olas de la sonrisa,
y permanece en el mar de fondo
la estela de la alegría.
Una vela nívea allá, en la lejanía,
te invita a mirar más lejos,
con los ojos húmedos ante tanta belleza.

Todavía conservas un puñado de arena tibia
que te sumerge en la realidad más transparente,
en este eterno y breve instante.
Arrojas al viento la cometa del deseo,
que surca los vientos y que, a veces,
juega ensimismada con la delicada caricia,
con la suave brisa de la felicidad.

Transidos de luz

En el profundo universo
de tus ojos
contemplo el polvo estelar
del que surgimos.

Los gases cósmicos
transformándose lentamente
en materia, estrellas ardientes,
conciencia, cuerpos que estallan
y se alejan.

De la esférica pupila azul
nacimos para encontrarnos,
energía que se transforma
en vida para permanecer,

manos transidas de luz
para acariciar
la piel magnetizada
por el deseo esencial.

Si no hubiera estrellas

El camino estaría iluminado
Por las breves centellas
De tu fuego y tu hado.

Si no hubiera plena luna
Mis pasos carecerían de horizonte,
Pero ni los frutos y sus cunas
Me harían olvidar nuestra estrella y su norte.

Cuántas noches teñidas de dudas,
Cuántas mañanas sembradas de auroras,
Cuánta piel abrasada de dulzura tan pura.

Cuánto deseo de seguir saboreando tu dulzura,
Cuánta pasión rescatada sin demora,
Cuánto dolor sanado con silencios y ternura.

Como pequeñas semillas

Cuando miras de frente al futuro
la noche se desvanece,
cuando alzas el rostro y la cabeza
sepultas esa noche gris cenicienta.

Cuando tus manos se alzan
en grácil vuelo
el mundo se tiñe de colores vivos.

Cuando las semillas ahondan
en el corazón
dan un fruto diferente,
desconocido.

Cuando sonríes, los silencios
empapan todas las lágrimas.

Cuando aún tenemos tiempo
igualamos los resaltes
y derribamos los muros.

Cuando los sueños vuelan
sobre las alas del viento
se borran las distancias
y las diferencias.

Cuando alzan la vista y la mantienen
tienen ganada la batalla.

Cuando en una guerra contra el odio
se crean tácticas y estrategias conjuntas
suele ser prácticamente
segura la victoria.

Cuando estrechas contra tu pecho
unas lágrimas, una sumisión,
una depresión, un silencio
se vuelve a recobrar la esperanza.

Cuando no te importan las fronteras
ni sellas visados, ni te diferencia la piel,
ni las palabras, ni la cultura,
el corazón se alza libre y caudaloso.

Cuando siembras cada día
con confianza y miras al cielo
y abonas la tierra
el fruto llegará abundante.

Cuando tu alma se contagia
del dolor o la alegría de los demás
contraes la enfermedad
de la ternura.

Cuando sientes en tu interior
alumbrar la vida,
cuando la acunas y la acaricias
descubres el inicio amoroso
del universo.

Elegía

Hay muertos que,
por algún misterio insondable,
sentimos que no podrán
morir nunca,

que siguen alimentando
su propio aliento,
el que nos llega portando
el dolor y la ausencia,
la sinrazón, el odio,
el fuego desmedido y brutal.

Tu herida sigue sangrando,
en tantas heridas,
en este mundo de la exclusión,
en esta noche que derrama
tantas lágrimas, y nos muestra
de manera no virtual,
más la muerte, que la vida.

Caminamos por sendas
siempre nuevas,
las que tus mismos pasos recorrieron,
caminos que abandonan
los asuntos más superficiales
por adentrarse en el corazón,
redes, resquicios, destellos
que iluminan y reencienden
cada amanecer.

No se nos olvidará jamás tu muerte,
ni la de millones de abejas
que sembraron tanta vida
en los surcos con el abono
de la sangre, del amor, de la utopía.

Nuestro perdón está arbolado
de presencias,
y en la cruz de la moneda
la justicia y la memoria.

Muchos corazones se han abierto
a tus poemas sedientos de amor,
hambrientos de futuro,
cargados de piedras firmadas
con millones de nombres.

Hoy te recordamos,
besamos con tus palabras,
soñamos con tus poemas,
escarbamos en el sentido
oculto que viene cargado de futuro,
tu propia vida.

Y así, desenterrándote tan vivo,
con los ojos abiertos,
como aquél que revivió
a la sombra de la higuera,
aquél que, como tú,
sentía cualquier dolor
en cualquier lugar del mundo,
como suyo propio.

Has alegrado tantos rostros,
has reencendido tantas oscuridades,
has abierto tantos senderos
con el río de tu sangre,
nos has enamorado
bajo la luz de la luna y tu sonrisa,

que nadie nos va impedir que
sigamos hablando, conversando,
compartiendo,
las mil desventuras humanas,
la esperanza y la alegría
de haber conocido a un hombre puro,
sencillo y vitalmente apasionado,
y hablarte de muchas cosas más,
compañero inolvidable,
y aún más, hermano nuestro
y de todo el género humano.

Me estoy acostumbrando a ti

Me estoy acostumbrando
a disfrutar de la risa,
de la paz del instante,
de la pasión inesperada.

Me estoy acostumbrando
al paciente silencio
a la tristeza y su melancolía,
a la noche y su tenue luz.

Me estoy acostumbrando
a la caricia relajante,
a la huida sanadora,
al abrazo inesperado.

Me estoy acostumbrando
a brindar la palabra precisa,
a buscar el momento oportuno,
a saber esperar la brisa.

Me estoy acostumbrando
a recibir con serenidad
la ira o tu aliento,
el júbilo o la contrariedad,
la plenitud o la sequía,
el hambre o el deseo,
el mar o las gotas de rocío,
la herida o la dulzura.

Me estoy acostumbrando
a vivir el instante,
a no soñar más que un solo sueño,
a solicitar un respiro,
a mirar el horizonte de tu mirada,
a recuperar la sonrisa,
a disfrutar la suavidad
de tu espalda,
a sentir únicamente
lo que puedo palpar,
a anhelar, como máximo,
el amanecer o el día de mañana.

Me estoy acostumbrando
a no saber qué va a ocurrir
más allá del horizonte de este día
en el que nos besamos
y nos olvidamos de agradecer.

Me estoy acostumbrando
a la agridulce incertidumbre.

Me estoy acostumbrando a ti.