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viernes, 14 de septiembre de 2012


AgradecimientoSólo el ciego valora la luz
(Alejandro Fernández Barrajón)


Únicamente quien llega sediento
estima sinceramente el vaso de agua fresca.

Únicamente quien se ha quedado desnudo
agradece el vestido que le ofrecen.

Únicamente quien ha sufrido en las duras cunetas de la vida,
valora el gesto de cercanía y la mano que se le tiende.

Únicamente quien camina a tientas en la oscuridad,
queda deslumbrado ante la luz de la amistad.

Únicamente quien ha pasado hambre de verdad,
besa el pan y la solidaridad con que se le ofrece.

Los satisfechos, en cambio,
no estiman,
ni agradecen,
ni valoran,
ni se dejan deslumbrar,
ni besan,
ni sueñan,
ni esperan…

Tienen bastante con asegurar
el hoy y el mañana,
tan incierto.

Porque ninguno de ellos puede comprar
un amanecer,
la luz, el cuerpo,
la caricia, la rosa,
el viento, el mar,
la mirada, una sonrisa,
el amor.

Y, aunque pudieran,
jamás podrán gozar,
perdiendo el oro de su tiempo,
contemplando tanta belleza…

Renovada sonrisa

Hoy ha vuelto a mí
el pasado en forma de recuerdo.

Hoy se ha abierto en mí
la certeza de un presente
iluminado por un rayo,
una presencia,
hilos de luz resplandeciendo
entre tus dientes.

Hoy, de pronto,
vislumbré una brecha
en el firmamento,
en la noche estrellada,
en la luna que,
como en un río de plata,
riela en tu dulcísima sonrisa.

El beso

En su universo
no existía el tiempo.

Se habitaban ensimismados
más allá de las voces y el desconsuelo,
la noche cubierta de cenizas,
la superficialidad, los anhelos,
en un mundo que se desvanece hecho trizas.

En torno a ellos
tan solo el silencio asombrado
contemplándolos, y los caricias
de unas manos que susurran
un lenguaje ignoto, delicado.

Como los primeros habitantes,
dando forma y nombres a su mundo,
se abisman en las cavidades húmedas
de la tierra, para devolver la brisa
a las rosas marchitas, distantes.

Tenaces, en la cresta del fuego y sus llamas,
renacen en la búsqueda de los rincones
más recónditos sin miedos ni prejuicios,
abandonados, confiados al abrazo
encendido del sueño y sus mansiones.

A oscuras, las miradas se encuentran
en la pasión del encuentro,
y todo adquiere una claridad inusitada,
el asombro de exploradores descubriendo
la ternura como la más íntima morada.

Qué hay más auténtico que el embeleso,
la profunda sensación de sentirse vivos,
el infinito placer de reconocerse
en la entrega sin prisa, amanecidos
en el roce del pétalo, en la flor del beso.

Me harían falta ahora tus manos,
tu aliento, tus ojos,
la miel y el sello de tus labios.
Ahora que estoy solo,
con la felicidad oculta 
tras una leve sombra,
en la tarde…
Te debo un silencio
(Ruth Mesa)

Te busco en la noche,
el día ya se me hizo eterno,
anclada en tu coche
te debo un silencio.

Me cortas las alas ahora
sigo soñando que vas a volver
pero no pasan las horas
mil y un amanecer.

Quítame el pañuelo de los ojos,
átame a tu cintura
somos demasiado vanidosos
soñaremos en pintura.

Y me dirás mentiras,
y yo seduciré a la verdad.
Imprimo nuestras vidas
quien juró tener piedad.

Maniático del adiós,
prometiste tintar los recuerdos.
Bailé de la mano con el pasado,
el tiempo incumple los acuerdos.

Crecí, llegué tarde,
pero el futuro llegó este otoño,
volveremos a pisar la calle
llena de charcos y alboroto.

La seguiré hasta el fin

Muchas veces siento
que mi existir
es un mar en que las olas
chocan brutalmente
unas contra otras
destrozando mis más
robustos cimientos.

Algunas veces
recuerdo mi pasado
y lo anhelo.

Otras, en cambio,
quisiera esquivarlo
y me sumerjo
en el presente.

Así mi vida
es un vaivén de fuerzas
que arrecian contra mí
y se incrustan
en mi duda.

Después de la oscuridad
nace la luz
que acaricia
mi interior.
Se desliza suave,
se posa en el corazón
y derrite mi alma
abrasándola.

Sé que esa luz
ha existido desde siempre,
y aún cercado por la sombra,
realizo un acto de fe:
seguirla,
hasta el fin de mi vida.