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martes, 12 de junio de 2012

El misterio de la piedra

He estado contemplando petrificado,
en este Abril cercenado a frías dentelladas,
el misterio insólito de la piedra
nuestra prehistoria viva y presente en la piedra.

Manantiales, fuentes, nacimientos,
hilos de agua horadando la piedra,
resquebrajando las piedras,
embelleciendo de cálidos destellos la piedra.

Valles escoltados por piedras,
alturas descomunales de piedras,
ríos que han partido en dos las montañas de piedra,
vertiginosos farallones, como castillos de piedra.

Ahora solo vislumbro bloques inmensos de cemento,
el asfalto como un camino oscuro y abrasador,
y me siento extranjero en una tierra que oculta la piedra,
huérfano de una historia grabada a viento y fuego en la piedra.
 

Sé que existes en mí

Tu huella labrada sobre arenisca ha dejado
algo profundamente significativo en mí.
Sé que existes en mí.
Siento que me estás viviendo más allá de mí.

En cada beso te devuelvo a la vida,
tú, el don por el que me percibo vivo,
tú, la respuesta definitiva a mis dudas,
tú, mi milagro descifrado en lo cotidiano.

Amanezco como tierra en secano sin tu agua viva,
eres el aliento de mi resistencia.
No siembro en ti más que ardor amasado en dolor,
y no recojo más que frutos de amor.
Gozo de ti en la permanencia del tiempo,
caminando sobre el lecho de tu presencia
que se me ofrece como un don
para agradecer y explorar lo desconocido,
para continuar descubriendo tu misterio…

Mi gozo y mi indignación, tú,
que pueblas mis momentos de intimidad
como sombra, ola, brisa,
serena certidumbre, sosiego, acicate.
Tú, racional buscadora de sentido
que asientas mis pies sobre el polvo del camino,
música que solaza mi corazón,
mi hermosa y vibrante sinfonía,
mi palabra aún no escrita...
El abrazo entre la tierra que eres tú
y el mar que soy yo adquiere
la forma de un pálpito vibrante.

Tú, mi propio sentimiento,
tantas veces sobrecogido
a corazón abierto,
escarpada cumbre y valle al unísono,
todo respira anhelante en ti.

Tú, mi ciudad del alma, mi patria, mi fe,
mi geografía interior,
me encaramo hacia ti
para intentar acariciar tu cielo…

Somos como ondas de un río
que parten de un mismo centro:
el sorprendente prodigio de la vida.

El rocío del amor

Después de caminar tanto tiempo a oscuras
no hay nada como una mano amiga,
cuya luz brille sobre ti y te ofrezca consuelo.

Después de tantos sinsabores y anhelos
es necesario conducir tu propia auriga
y escuchar tu nombre desde la sonrisa más pura. 

Qué más puede pedir cada mañana luminosa
que sentir su ternura y la humedad de sus labios,

cien años nunca dura el mal, ni sus resabios,
pues el rocío del amor te asombra con su forma más hermosa.

lunes, 11 de junio de 2012

Una voz resuena suavemente

Una voz resuena suavemente
como una llamada permanente,
como un eco desde muy adentro,
como una búsqueda irresistible:
a dejarnos empapar de humanidad,
a revestirnos de sonrisas,
a sonrojarnos de humildad,
a desvivirnos por solidaridad,
a gozar de la amistad.

Y a captar las ondas que nos circundan,
la otra mitad que nos complete,
el principio que nos han arrebatado,
hasta la conquista de la felicidad.
El camino lo tienes trazado
en el horizonte de tu mirada:
el amor como tarea permanente,
la ternura transpirando ya por tus poros
con una fragancia de abrazos.

Y mientras atrapas el tiempo
en tu estatura y tu frente,
permite al silencio que aposente
éstas y otras muchas palabras
en tu corazón, abierto a la vida.
Desafío

Ando descifrando las claves de la ternura,
la esencia del miedo, la penumbra, el dolor,
la cara oculta de la muerte, lo que perdura,
el misterio insondable y tangible del amor.

Atravieso las sendas veladas de la duda,
para que no me cautiven las certezas,
en búsqueda duradera, sincera, muda,
sorteando tantos reclamos y sus destrezas.

Me emocionan las expresiones de la belleza,
donde la pasión se transforma en mirada,
la noche en espejo que trasciende y embelesa.

Nada me urge más que enardecer el frío
del abismo y la distancia aherrojada,
para afrontar la levedad de la vida y su desafío.
Las fuentes del amor

Quién podría quedar desvalido ante tu influjo,
invulnerable a tu caricia, tu audacia y tu brisa,
o afligido bajo la sombra apacible de tu sonrisa,
quién sustraerse a tu suave hechizo y embrujo.

Quién no se dejará contagiar por tu contento,
por los elevados vuelos de tu palabra y tu mirada.
Sin ti la vida no sería la misma causa apasionada,
ni nuestra amistad mostraría tanto gozo y portento.

Quién no se abandonará al deslumbre de tu candor,
a nadie que acompañes le envolverá una breve penumbra,
en ti todo asciende ardoroso hacia las fuentes del amor.

Quién podrá sentir que pasas a su lado inadvertida,
pues tu presencia lo envuelve y dulcifica todo, desde
tu estrella, el claror y las brasas de tu íntima guarida
.
Raíces profundas

A dónde llegarán estas palabras
si los muros de cemento las ahogan
entre desvaídas soledades, provocadas
por el aislamiento de la gran ciudad.

Por qué cielos contaminados
fluirán los sueños y las risas fingidas,
las frías caricias, la tristeza de los pasos
sin rumbo frente al sombrío horizonte.

Desde qué lugar renacerán las cenizas
mortecinas por el lucro despiadado,
la noche oscura de las heridas abiertas
en la carne joven del desconcierto.

Este Abril tampoco ha derramado
el agua purificadora y fértil,
la brisa suave que dulcifica
la espera de un nuevo amanecer.

Sin embargo, el asombro. Entre las hendiduras
del asfalto resquebrajado, un brote verde,
un pequeño tallo desafía, con sus raíces
profundas el corazón de la tierra.
El tiempo del amor 
Lanzaste a tu madre
una pregunta, a bocajarro:
¿cómo puede el amor que os tenéis
durar tantos años?

Y ella, después
de recibir su impacto,
y unos breves instantes
de reflexión, te respondió:

Participando en la cotidianidad,
en la compra, la comida,
los problemas, la serenidad.

Sanando las abiertas heridas,
brindando una primera sonrisa,
acrecentando la libertad compartida,
abandonando la sombra y la prisa.

Perdonando las humillaciones,
las palabras lacerantes,
el reproche por las dañinas emociones,
el recuerdo de errores distantes.

Regalando una caricia, un beso,
una flor, un poema, un abrazo,
dedicando un momento de embeleso,
dejándote llevar por la pasión y su zarpazo.

Sintiendo en el alma la sangre y la oscuridad,
las lágrimas, la angustia, el lamento,
comprometiendo toda tu humanidad
en abrir brechas al muro del desaliento.

Descubriendo el universo de la ternura
en un destello, una palabra, una mirada,
y dejando que se consuma levemente la vida
tras el amor y su sombra en la persona amada.
EL MANANTIAL

Brota sereno el manantial,
murmullo tenue,
cargado de recuerdos
anhelos,
vivencias.

Surge oculto
entre piedras
musgo y helechos,
tembloroso hilo,
silencioso,
imperceptible.

Constancia que horada
la memoria
transformándola
en historia de cada día,
esta hora
de incertidumbres,
temores
y deseos.
Dulces compañeros (allá por 1978)

La alegría
en mis soledades y tristezas,
es la punta que provoca
pensamientos,
blancura de bondad que los recoge
y dureza que los sostiene.

Son compañeros del alma
-en sus silencios-
momentos de estancias
-en la esperanza-.

Son derramamientos
de corazón ensangrentado
por el roce constante
en rocas duras,
de olvidos y ausencias,
compañía de nubes,
vientos y heladas,
de hombres nacidos de tierra,
-duros miembros y tez serena-.

Son almas de mis dedos
-inanimados-
por el cansancio
que provocan las penas.

Dulces compañeros
del alma en su tristeza,
vengo a deciros
que sigáis dejándoos
guiar en los dedos de mis manos
llagadas por la
tierra.
Portadores de vida

Ser destructores
de oscuridades, tinieblas,
miedos, dolor.

Ser inquebrantables
como la roca, cimientos
de un nuevo amanecer.

Ser como la montaña,
el río, el viento,
la lluvia, la canción.

Ser luchadores incansables
por la verdad, la justicia,
la libertad, el amor.

Ser portadores de vida,
con las manos abiertas
a toda la humanidad
y los puños apretados
hasta que llegue el día.

Ser la noche en vela,
pensando, eneseñando,
contemplando,
acariciando, entregándonos.

Ser calor, luz,
ternura, camino.

Ser tercos hasta la victoria,
con el odio eterno
a los compañeros de la muerte.

Ser hombres y mujeres nuevos,
noche a noche, en la madrugada,
hasta el amanecer del nuevo día,
esa tierra nueva que esperamos.
Momentos

Cada momento que vives es una llamada
a experimentarlo y hacerlo carne propia,
a metabolizarlo, a recibir su enseñanza,
su tarjeta de visita.
A veces aparece con un rostro triste,
doloroso, pertinaz.
Y cuesta comprender el mensaje.
Hay que leerlo diseccionándolo.
A veces llega radiante,
con la sonrisa franca y los brazos abiertos.
Entonces hay que gozar a tope,
sin miramientos.
Y, a veces, viene sereno,
suave, tenue, delicado.
 
Como una brisa.
Como la dulce costumbre de cada día.
Entonces hay que dejarse invadir,
contemplarlo, callar,
dejarse también llevar
manejando, no obstante,
tú misma el timón.
 
Son todos y cada uno
de los momentos de la vida
los que te invitan a gozar,
a ser sencillamente mujer.