Ando por el sendero de la vida
con un par de zapatos viejos,
una sonrisa que ofrendo al que me la pida,
una mirada que anhela ser espejo.
En mis bolsillos solo hay depositadas,
de momento, las últimas verdades,
y en las solapas algunos pespuntes,
chapas de mil batallas y soledades habitadas.
Mis ojos acarician una jarra con sus flores
cuando la velada tarde me invita al desaliento,
y siento cómo una vasta gama de colores
volatiliza como por encanto los sinsabores
de esta crisis mortal y su encantamiento,
resucitando los prodigios, tantos amores…